The Dictate of the Heart: 27th Sunday in Ordinary Time, Year A

Today is the 27th Sunday in Ordinary Time, Year A. As Catholics, we heed the call of the Blessed Virgin Mary to offer our humble recitation of the Holy Rosary for the reparation of sins. It is beautiful to continue this beautiful tradition to pray together, especially in this time, to be spared from appalling destruction.

God brings us together as the Church, the vineyard of the Lord here on earth, according to Vatican II. In both the Old and the New Testaments, the people of Israel represented by the grape vine. I am wearing a green chasuble with the embroidered image of a grape vine to remind us of our common bonding and relationship as the chosen people, planted by God to bear many fruits. Are we receptive of that call to produce the fruits of justice, peace and love?

The first reading from the book of Isaiah is his lamentations about his friend’s vineyard. He planted the choicest of vines and planted in a fertile ground yet “what yielded was wild grapes.” So, what he did was to “take away its hedge, give it to grazing, breakthrough its walls, let it be trampled.” It simply means to tear down. This is the image of God who planted a good crop for the people of Israel then tribe. The chosen people became a nation. Because of their pride, infidelity, and indifference the nation was rotten. It was by their own making the downfall of the chosen people, massive destructions, injustices committed by many, and bloodshed all over, and God was deeply hurt and disappointed.

The second reading from the letter of St. Paul to the Philippians tells us that the fruitful harvest in the kingdom of God is “by prayers, and petition with thanksgiving.” It assures us of plentiful harvest as a nation. St. Paul says, “Have no anxiety at all,” for the graciousness and presence of God sustains this earthly vineyard. Thus, after the Creed there is a Universal Prayer (Prayers of the Faithful) which offers all our personal and communal intentions to signify the Church as the Body and the vineyard of God. Christ shares with us His priestly role of interceding for various needs of the Church to the Father.

The gospel taken from St. Matthew is another parable to remind us of Israel as a chosen nation made in God’s vineyard. The vineyard was under lease and the landowner just receives rental and shares of the harvest. What has been transpired in the parable is the history of Israel in its allegory form.

First, God made His vineyard very pleasing to His sight. He was able to invest a lot for the growth to expect good and fruitful harvest. God, as the landowner, was successful then slowly, people transgressed against God, the landowner. The chosen people were unfaithful and were not keeping their promises.

Second, the landowner leased his vineyard to the tenants and went for a journey. When the harvest time came, he sent servants to take his share of the harvest that was due to him. However, the tenants choose not to pay and abuse the servants. These servants were the prophets whom God sent to Israel, only to see them abused and killed.

Third, the owner sends his son, thinking that they would respect him, but instead he was killed by the tenants. This refers to the sending of His only Son, Jesus Christ; however, they rejected Him and killed His Son as well.

God is a merciful owner. God has worked so hard through our Lord Jesus to bring back the glory of His Kingdom here on earth. We know that the kingdom or the vineyard is not ours, but I am sure that we belong to it. We must be responsible to keep God’s vineyard and we must work constantly bring forth good produce.

Let us be more receptive to the Word and the Eucharist, offer prayer of petitions to improve our relationships and responsibilities to the vineyard where we are part of in bringing life and wonderous produce to the Church today.

God bless you.

Fr. Arlon, osa

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El Dictado del Corazón:  Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, año A

  • Isaías 5:1-7
  • Salmo 80:9, 12, 13-14, 15-16, 19-20
  • Filipenses 4:6-9
  • Mateo 21:33-43

Hoy es el Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario, Año A. Como católicos, atendemos el llamado de la Santísima Virgen María de ofrecer nuestra humilde recitación del Santo Rosario para la reparación de los pecados. Es hermoso continuar con esta hermosa tradición de orar juntos, especialmente en este momento, para salvarnos de una destrucción atroz.

Dios nos reúne como Iglesia, la viña del Señor aquí en la tierra según el Vaticano Segundo. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el pueblo de Israel está representado por la viña. Llevo una casulla verde con la imagen bordada de una vid o parra, para recordarnos nuestro vínculo y relación común como pueblo elegido, plantado por Dios para dar muchos frutos. ¿Estamos receptivos a ese llamado a producir frutos de justicia, paz y amor?

La primera lectura del libro de Isaías son sus lamentaciones sobre la viña de su amigo, quien plantó las mejores vides y las plantó en un terreno fértil, pero “lo que dio fueron uvas silvestres”. Entonces, lo que hizo fue “quitarle el seto, darle pasto, romper sus muros, dejarlo pisotear”. Simplemente significa derribar. Esta es la imagen de Dios que plantó una buena cosecha para el pueblo de Israel a una tribu, sin embargo, la nación estaba podrida, infiel y por su propia creación provocó la caída del pueblo escogido, destrucciones masivas, injusticias cometidas por muchos, derramamiento de sangre. Todo terminó y Dios quedó profundamente herido y decepcionado.

La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Filipenses nos dice que la cosecha fructífera en el reino de Dios se logra “con oraciones y peticiones con acción de gracias”. Nos asegura una cosecha abundante como nación. San Pablo dice: “No tengáis ninguna inquietud”, porque la gracia y la presencia de Dios sostienen esta viña terrenal. Así, después del Credo, hay una Oración Universal (Oraciones de los Fieles) que ofrece todas nuestras intenciones, personales y comunitarias. intenciones de significar la Iglesia, como Cuerpo y viña de Dios, Cristo comparte con nosotros su papel sacerdotal de interceder por las diversas necesidades de la Iglesia ante el Padre.

El evangelio tomado de San Mateo es otra parábola que nos recuerda a Israel como una nación elegida hecha de la viña de Dios. El viñedo estaba arrendado y el propietario sólo recibía alquiler y parte de la cosecha. Lo que ha ocurrido en la parábola es la historia de Israel, en su forma de alegoría.

Primero, Dios hizo que Su viña fuera muy agradable a Su vista. Pudo invertir mucho para el crecimiento y esperar una cosecha buena y fructífera. Dios como terrateniente tuvo éxito, pero poco a poco la gente transgredió a Dios, el terrateniente. El pueblo elegido fue infiel y no cumplió sus promesas.

En segundo lugar, el terrateniente arrendó su viña a los labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, envió sirvientes para que participaran en la cosecha que le correspondía. Sin embargo, los inquilinos optan por no pagar y abusan de los sirvientes. Estos siervos eran los profetas que Dios envió a Israel, sólo para verlos abusados y asesinados.

En tercer lugar, el propietario envía a su hijo, pensando que lo respetarían, pero los inquilinos lo mataron. Esto se refiere al envío final de Su único Hijo, Jesucristo, sin embargo, lo rechazaron y mataron a Su Hijo también.

Dios es un dueño misericordioso. Dios ha trabajado tan duro a través de nuestro Señor Jesús para traer de vuelta la gloria de Su Reino aquí en la tierra. Sabemos que el reino o la viña no es nuestro, pero estoy seguro de que pertenecemos a él. Debemos ser responsables de mantener la viña de Dios produciendo constantemente buenos productos.

Seamos más receptivos a la Palabra y la Eucaristía, ofrezcamos una oración de peticiones para mejorar nuestras relaciones y responsabilidades con la viña donde somos parte para traer vida y productos maravillosos a la Iglesia de hoy.

Dios los bendiga.

P. Arlón, osa

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