The Dictate of the Heart: 23rd Sunday in Ordinary Time, Year A

Today is the 23rd Sunday in Ordinary Time, Year A. It was a busy weekend for me here at St. Teresa, and I am praying that I will be given extra grace to do my job and to stay healthy to accomplish all the tasks given to me. I believe that only God can sustain us in all that we do for His glory.

We are invited again to reflect on the inspiring readings of this Sunday. We must be receptive to all these readings and to listen to God’s voice. The psalm today warns us against hardening our hearts toward God. This is a challenge!!!

The first reading from the book of the Prophet Ezekiel narrates to us God’s calling of Ezekiel to go to His people in order to encourage them to change their behavior by announcing to them that God wants them to transform their hearts and lives. This is his mission that God wants him to fulfill. As a prophet, Ezekiel received God’s warning saying, “I will hold you responsible for his death.” He faces a big responsibility to abide by God’s commands. He was a prophet of Israel who was so attentive fulfilling what God wanted him to do. He had to speak to the people about their wickedness or else they would die.

The second reading from the letter of St. Paul to the Romans is a reminder for us that we must love our neighbor as ourselves. He says, “Love does no evil to the neighbor; hence, love is the fulfillment of the law.” If we are unable to love others, we need to question how we treat ourselves. Our inability to love causes us misery and resentments. We won’t be happy at all. Our unwillingness to love is the same as unwillingness to forgive.

The gospel today is taken from St. Matthew. Jesus gives practical advice to His disciples and to us about any conflict in the community. This is how Jesus is able to devise strategy for intervention with regards to personal and communal conflicts. This is important so that we would be guided and conduct ourselves as genuine followers of Christ.

First, it should not be confrontational. When we want to correct others in the context of fraternal corrections, our intention of correcting others must be pure and good rather than to demean and to utter humiliation towards them. This process of intervention takes great care to be helpful to the person; however, if that fails, do something more public in order to shed some truth of the matter.

Second, there should be no pressure to another, as if he is guilty of some mistakes or crimes so that he will admit that he is wrong and be punished. It is an exercise of love for the brother who is a sinner, or even weak and lost. Our primary intention is to embrace our brother with love and bring him back from being a sinner to a joyful person, opening up the possibility to change and to repent.

Third, the call of bringing the unrepentant to the community and to the Church is when the person does not heed the call to change despite the presence of a witness. Summoning the person, for one-on-one conversation to an assembly of the Church, is actually pointing out that the sin has broken the individual relationships with the community of believers, the Body. It is God’s desire to give importance to one sinner rather than the unrepentant others. God is manifesting the depth of His love to rescue one sinner. This is how much patience God is giving us sinners, an opportunity to be forgiven and to be loved.

Fourth, there must be no condemnation, and what we need is to pray for the grace to love the sinner and to see in him our brethren who needs to be moved by our care and love. We ask for the grace to do whatever it takes to bring the sinner to repentance and to welcome him back to our faith-community.

Whenever we are hurt or we seriously hurt others, our tendency is to do some form of revenge, but this is an old law, “an eye for an eye.” This gospel which Jesus had preached proposes love as a solution to any conflict according to the new covenant. We are also in a modern age where we express our frustrations and anger thru social media. We hear ranting, constant shouting on social media, and complete exposition of faults and denial of any accountability without asking, “who are we to judge?” There is no making efforts for justification because it remains always “Me” as the correct one and no fault, rather than to be open for reconciliation and to exercise love for the other, seeking joy, humility and peace with an open heart for dialogue and being grateful that we too are redeemed sinners.

Let us not harden our hearts to God.

God bless you.

Fr. Arlon, osa

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El Dictado del Corazón:  Vigesimotercer Domingo del Tiempo Ordinario, año A

  • Ezequiel 33:7-9
  • Salmo 95:1-2,6-7,8-9
  • Romanos 13:8-10
  • Mateo 18:15-20

Hoy es el Vigesimotercer Domingo del Tiempo Ordinario, año A. Fue un fin de semana ocupado para mí aquí en Santa Teresa de Ávila. Le pido a Dios me dé la gracia para hacer mi trabajo y me de salud para cumplir con todas las tareas que se me han encomendado. Creo que sólo Dios puede sostenernos en todo lo que hacemos para cumplir su voluntad y para Su mayor gloria.

Estamos invitados nuevamente a reflexionar en las lecturas de este domingo, para que nos inspiren a vivir una vida más plena. Debemos ser receptivos a estas lecturas y escuchar la voz de Dios. El salmo de hoy nos advierte contra el endurecimiento de nuestro corazón hacia Dios. ¡¡¡Esto es un desafío!!!

La primera lectura del libro del Profeta Ezequiel nos narra el llamado de Dios a Ezequiel para ir a su pueblo a animarlos a cambiar su comportamiento, es decir, anunciarles que Dios quiere que transformen sus corazones y sus vidas. Esta es la misión que Dios quiere que él cumpla. Como profeta, Ezequiel recibió la advertencia de Dios que le dijo: “Te haré responsable de su muerte”. Se enfrenta a la gran responsabilidad de cumplir los mandamientos de Dios. Fue un profeta de Israel que estuvo muy atento cumpliendo lo que Dios quería que hiciera. Tenía que hablarle a la gente acerca de su maldad o de lo contrario morirían.

La segunda lectura de la carta de San Pablo a los Romanos nos recuerda que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Él dice: “El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley”. Si no podemos amar a los demás, debemos cuestionarnos cómo nos tratamos a nosotros mismos. Nuestra incapacidad para amar nos causa miseria y resentimiento. No seremos felices. Nuestra falta de voluntad para amar es la misma que nuestra falta de voluntad para perdonar.

El evangelio de hoy está tomado de San Mateo. Jesús da consejos prácticos a sus discípulos y a nosotros sobre cualquier conflicto en la comunidad. Así Jesús supo idear una estrategia de intervención en los conflictos personales y comunitarios. Esto es importante para que podamos ser guiados y comportarnos como genuinos seguidores de Cristo.

En primer lugar, no debería generar confrontación. Cuando queremos corregir a otros en el contexto de las correcciones fraternales, nuestra intención de corregir a los demás debe ser pura y buena en lugar de degradarlos y humillarlos. Este proceso de intervención tiene mucho cuidado en ser de ayuda a la persona, sin embargo, si eso no coopera, y falla, haz algo más público para arrojar algunas verdades sobre el asunto.

En segundo lugar, no hay presión sobre los demás como si fuera culpable de algún error o delito para poder admitir que se equivocó y ser castigado. Es un ejercicio de amor hacia el hermano pecador, o incluso débil y perdido. Nuestra intención principal es abrazar a nuestro hermano con amor y hacerlo volver de ser un pecador a una persona alegre y abierta a la posibilidad de cambiar y arrepentirse.

En tercer lugar, el llamado a traer a los impenitentes a la comunidad y a la Iglesia es cuando la persona no atiende el llamado al cambio a pesar de la presencia de un testigo. Después de convocar a la persona en una conversación cara a cara a una asamblea de la Iglesia, se le señala que el pecado ha roto las relaciones individuales con la comunidad de creyentes, el Cuerpo. Dios desea darle más importancia a un pecador que a los demás impenitentes. Dios está manifestando la profundidad de Su amor para rescatar a un pecador. ¡Cuánta paciencia nos tiene Dios a nosotros, pecadores, la oportunidad de ser perdonados y amados!

Cuarto, no debe haber condenación, pero lo que necesitamos es orar por la gracia de amar al pecador, de ver en él a nuestros hermanos que necesitan ser conmovidos por nuestro cuidado y amor. Pedimos la gracia de hacer lo que sea necesario para llevar al pecador al arrepentimiento y darle la bienvenida nuevamente a nuestra comunidad de fe.

Siempre que nos lastiman o lastimamos gravemente a otros, tendemos a buscar algún tipo de venganza. Pero se trata de una ley antigua, el “ojo por ojo”, en este evangelio que Jesús había predicado propone el amor como solución a cualquier conflicto según la nueva alianza. También estamos en una era moderna en la que expresamos nuestras frustraciones y enojos a través de las redes sociales. Escuchamos y escuchamos desvaríos, gritos constantes en las redes sociales, exposición completa de las faltas y negación de cualquier responsabilidad sin preguntar: “¿Quiénes somos nosotros para juzgar?” No hay manera de hacer esfuerzos de justificación porque sigue siendo siempre “Yo” como el correcto y sin culpa, en lugar de abrirnos a la reconciliación y ejercer el amor por el otro, buscando la alegría y la paz con el corazón abierto y agradecidos de que También somos redimidos, los pecadores. No endurezcamos nuestro corazón a Dios.

Dios los bendiga.

P. Arlón, osa

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