The Dictate of the Heart: 3rd Sunday of Easter, Year A

We are on the 3rd Sunday of Easter. I am happy to be here in the land where Jesus walked. For ten days, I am walking on the same soil where Jesus was born, lived and called His disciples, preached the Goodnews and performed numerous miracles. This pilgrimage is meaningful and moving my heart so deeply because I have the opportunity to step on this soil which is very familiar from places known through the gospels. I am grateful to God that I have this opportunity of a lifetime to visit various religious sites in the Holy Land, Jerusalem. For me, it is doubly joyful to go on this religious pilgrimage during this season of Easter.

In the first reading today from the book of Acts, this particular chapter narrates to us the completely new experience after the coming of the Holy Spirit where Peter observed the unusual difference of their way of life and attitude concerning Jesus. Peter’s teaching is simply that Jesus is from God, who was crucified, and God has given Him power to do great things on earth, to offer Himself for the salvation of men and finally for God to raise Him back to life.

Psalm 16:11 also points to Jesus. David was a promise from God that his descendants will never taste death, through Jesus, because He is under the lineage of David.

The gospel is a wonderful story of the Resurrection which is typical from St. Luke, the story of the two men on the road to Emmaus. After the crucifixion and death of Jesus, these two disciples were recalling the events that had occurred in Jerusalem. Their faith has sustained them to be firm, and yet as if their hope and dream had been crushed, they were downcast in spirit. Here are some things we need to remember as points of reflection:

First, they trusted the teaching of Jesus, heard Him preaching, established friendship with Him, and yet acted as if they were lost. They invested everything with Jesus and followed Him, probably they left everything. All of these things flashed like lightning in their minds, conversing as they walked along in desperation.

In our lowest moments, we are preoccupied thinking about all sorts of things that distract us. Sometimes we forget to acknowledge God’s presence in our lives accompanying us and we fail to trust Him.

Second, Jesus walks along side of them unrecognized. Jesus knew how to engage with the two in a conversation about the scripture from Moses, the prophets, and how the people rejected Jesus and put Him to death. Jesus reminded them that they are slow of heart to believe.

It is true that our own human sufferings and misfortunes are connected to our disbelief. We have hearts that are not open to accept and believe in the power of God. Many times, our life is neglectful to engage in a conversation in prayer where we can truly divulge the inner recesses of our own feelings and being. We fail to understand that the suffering of the Lord is actually the willingness of the merciful God to enter into our human weakness and uncertainty.

Third, Jesus stays with them for an intimate sharing of bread which Jesus blest, broke and offered them. Their eyes were opened to remember and recognize Him, but suddenly Jesus vanished from their sight. In the breaking of bread, Jesus is truly present. This Eucharistic meal is to call them to go and spread the Goodnews that Jesus has risen.

When we are with God, after the storm of life, there is always a promise of a rainbow. After problems and difficulty, there is a promise of a feast to celebrate and be grateful of a blessing. This is the reason, when we receive any kind of blessing, we must attend a Eucharistic celebration, the Mass, which is the highest form of thanksgiving to God.

Cleopas and his companion gained much understanding about their faith in Jesus Christ. They went back to Jerusalem with burning hearts, renewed commitment and awareness about themselves.

In following Jesus, we walk with Him and join Him always as we journey towards heaven. We are given new life, so that we too can share the fulness of life in the risen Lord, life that is filled with His saving power and life we find from the community of faith where we too belong.

Lord Jesus, please accompany us here in the Holy Land and through the path of life eternal.

God bless you.

Fr. Arlon, osa

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El Dictado del Corazón
Tercer Domingo de Pascua, Año A

  • Hechos 2:14, 22-33
  • Salmos 16:1-2, 5, 7-8, 9-10, 11
  • 1 Pedro 1:17-21
  • Lucas 24:13-35

Estamos en el Tercer Domingo de Pascua. Estoy feliz de estar por diez días pisando y caminando en la misma tierra donde Jesús nació, camino, vivió, predicó la Buena Nueva, donde llamó a cada uno de sus discípulos y realizó numerosos milagros. Esta peregrinación es significativa y conmueve profundamente mi corazón. Estoy pisando este suelo y yendo a lugares que me son muy familiares por mi conocimiento de los evangelios. Estoy agradecido de que Dios me haya bendecido con esta oportunidad única en la vida, de visitar varios lugares religiosos en Tierra Santa. Es doblemente alegre realizar esta peregrinación religiosa en este tiempo de Semana Santa.

La primera lectura de hoy es del libro de los Hechos. Este capítulo nos narra la experiencia completamente nueva después de la venida del Espíritu Santo que Pedro observó la diferencia inusual en su forma de vida y actitud con respecto a Jesús. Pedro simplemente enseña que Jesús es de Dios, que fue crucificado, y Dios le ha dado poder para hacer grandes cosas en la tierra, para ofrecerse a Sí mismo por la salvación de los hombres, y finalmente para que Dios lo resucite. El Salmo 16:11 también apunta a Jesús. Dios le prometió a David que sus descendientes nunca probarían la muerte, y Jesús está bajo el linaje de David.

El evangelio es una maravillosa historia de la Resurrección que es típica de San Lucas. La historia de estos dos hombres en el camino a Emaús. Después de la crucifixión y muerte de Jesús, estos dos discípulos estaban recordando los hechos ocurridos en Jerusalén. Su fe los ha sostenido para ser firmes y, sin embargo, como si sus esperanzas y sueños hubieran sido aplastados, estaban abatidos en el espíritu. Aquí hay algunas cosas que debemos recordar como puntos de reflexión:

Primero, confiaron en la enseñanza de Jesús, lo escucharon predicar y establecieron una amistad con Él, y sin embargo, como si estuvieran perdidos. Todo lo invirtieron en Jesús y lo siguieron, probablemente lo dejaron todo, todo eso brilló como un relámpago en sus mentes conversando mientras caminaban desesperados. En nuestros momentos más bajos, estamos preocupados por pensar en todo tipo de cosas que nos distraen. A veces nos olvidamos de reconocer la presencia de Dios en nuestra vida y que Él nos acompaña y, sin embargo, no confiamos en Él.

Segundo, Jesús camina junto a ellos sin ser reconocido. Jesús sabía cómo entablar una conversación con los dos sobre la escritura de Moisés, los profetas, y cómo la gente rechazó a Jesús y lo mató. Jesús les recordó que son lentos de corazón para creer.

Nuestros sufrimientos e infortunios humanos están ciertamente conectados con nuestra incredulidad. Tenemos corazones que no están abiertos a aceptar y creer en el poder de Dios. Muchas veces, nuestra vida es negligente en entablar una conversación, en la oración, donde verdaderamente podemos divulgar los recovecos internos de nuestros sentimientos y de nuestro ser. No supimos comprender que el sufrimiento del Señor es la disposición del Dios misericordioso a entrar en nuestra debilidad e incertidumbre humanas.

Tercero, Jesús se queda con ellos para compartir íntimamente el pan que Jesús bendijo, partió y les ofreció, sus ojos se abrieron para recordarlo y reconocerlo, pero de repente Jesús desapareció de su vista. En la fracción del pan, Jesús está realmente presente. Esta comida eucarística es para llamarlos a ir y difundir la buena nueva de la resurrección de Jesús.

Cuando estamos con Dios, después de la tormenta de la vida, siempre hay una promesa de un arco iris. Después de los problemas y las dificultades, la promesa de una fiesta para celebrar y agradecer es una bendición. Por eso, cuando recibimos cualquier tipo de bendición, debemos asistir a una celebración eucarística, la misa que es la forma más alta de acción de gracias a Dios.

Cleofás y su compañero adquirieron mucha comprensión acerca de su fe en Jesucristo. Regresaron a Jerusalén con corazones ardientes, compromiso renovado y conciencia de sí mismos. Al seguir a Jesús, caminamos con Él y nos unimos a Él siempre en nuestro viaje hacia el cielo. Se nos da nueva vida para que nosotros también podamos compartir la plenitud de la vida en el Señor resucitado, una vida que está llena de Su poder salvador, y la vida que encontramos en la comunidad de fe a la que también pertenecemos.

Señor Jesús, por favor acompáñanos aquí en Tierra Santa y por el camino de la vida eterna.

¡Dios los bendiga!

Padre Arlón, osa

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