Merry Christmas to all. Someone has said that on Christmas Day we are all little children. It is true; indeed, we are all children of God who loves us. During Christmas Eve every year we wait with the same illusion of childhood for the arrival of the most beautiful and adorable Child Jesus on earth. With Christmas so many things come: the letters and cards from distant relatives and friends, receiving gifts, remembering relatives and friends, and it is the night when there is a home and there is forgiveness; the persons that never talk to us, now becomes our friends again, and the people who never help us, embrace us with love again.
Christmas is a night of memories, of peace, of love; night of God because Christmas is the world’s remembrance of the coming of God Incarnate here on earth; Christmas is the Word of God omnipotent and creative, assumes human flesh, becomes a child wrapped in swaddling clothes and lying in a manger. Christmas is God’s encounter with man. If Christmas is the feast of the Word of God made flesh, and if God in this final stage has spoken to us through His Son, only one thing is necessary: to receive Jesus Christ, the Messiah and Lord.
Tonight, many of you have come to celebrate the birth of the Child Jesus, the Savior of the world. More than two thousand years ago, God promised to his people that a great Light would shine for those who are in darkness; and that light would shine on them to come out of darkness.
We heard in the first reading that Isaiah says that this great joy can be compared to that of the yoke of animals – a symbol of slavery. When that yoke is removed, a great weight is removed from the shoulders of the people. When that yoke is removed from the shoulders of the people, “upon His shoulder dominion rests,” then that yoke is transferred to the shoulders of the promised Messiah, with different names such as “Wonder-Counselor, God-Hero, Father-Forever, Prince of Peace” because this Child comes to carry the sins of the world, bringing to all people “abundant joy and great rejoicing.”
In the second reading from the letter of St. Paul to Titus, we hear about the things that are happening now. The grace of God has appeared in the world. The Child Jesus was chosen by God the Father to bring us salvation. Our response to God’s grace is that we must renounce our indifference, the lack of piety and the obsessive possessions of things in the world. We are called to live lives of being simple, correct and clean in our thoughts, words and actions with self-control while we await the manifestation of the glory of Jesus when He returns at the end of time.
Never like today have we witnessed such an over-use of social media. Too much talking, disturbing fake news, artificial intelligence, and through all of these we have not settled in peace, and the word has lost its power of truth. In the end, we experience emptiness and so much noise. We only need what is necessary, and that is the “Word.” That “Word is Christ;” the Word made flesh and dwelt amongst us. According to St. John, we hear that “In the beginning was the Word and the Word was with God, and the Word was God. He was with God in the beginning.”
Tonight’s gospel according to St. Luke, confirms that the Child Jesus was born of the Virgin Mary in Bethlehem. She was engaged to Joseph. Because there was no space in the inn, the Child Jesus was born in a manger. In that cold environment, there were no hospital services available; there were no doctors or nurses; there was only swaddling clothes wrapping the Baby Jesus and they laid Him in a manger, signifying purity, holiness and an unblemished perfect child.
Jesus is the presence of God among us. Our human words only manage to imperfectly describe what a person is; but Jesus, the Word of God made flesh, is the exact image of the glory of the Father. When we see that Child, we really see God. Only Jesus Christ will be able to say that he who has seen Him, has seen His Father and that they are ONE.
If there is something that expresses that joy of Christmas, it is light. The light bulbs of a thousand colors are like the laughter of Christmas Eve. The Christmas trees point us to Jesus, and the “Jesse Tree,” flickering with lights to remind us that Christmas is the feast of the true light, Jesus, our Savior. It is good that we remember today what Peter said to Christ: “Lord, where shall we go; only you have words of eternal life.” We could say, where shall we go in a world full of empty words?
Brothers and sisters, as we celebrate Christmas, tonight is a night of memories, and it is also a night of hope, hope that Christ Jesus, the Word of God, falls like morning dew in our hearts and makes us excited to anticipate joy blooming in the New Year 2025.
May this Christmas bring us the gift of understanding a little more of God in the Child Jesus, and may we also be able to understand each other better in peace and love. May God have you in the palm of His hand, and let us say together: “Glory to God in the highest and on earth peace to people of good will.” (Luke 2:14)
Blessings to everyone!
Fr. Arlon, osa
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El Dictado del Corazón
La Natividad del Señor (Noche)
- Isaías 9:1-6
- Tito 2:11-14
- Lucas 2:1-14
¡Feliz Navidad a todos! Alguien ha dicho que en el Día de Navidad todos somos niños pequeños. Es cierto; de hecho, somos todos hijos de Dios, quien nos ama. Cada Nochebuena, año tras año, esperamos con la misma ilusión de la infancia la llegada del más bello y adorable Niño Jesús a la tierra. Con la Navidad llegan muchas cosas: las cartas y tarjetas de familiares y amigos lejanos, recibir regalos, recordar a los familiares y amigos, y es la noche en que hay un hogar y hay perdón; la persona que nunca nos habló, ahora se convierte en nuestro amigo nuevamente, y las personas que nunca nos ayudaron, nos abrazan con amor otra vez.
La Navidad es una noche de recuerdos, de paz, de amor; noche de Dios, porque la Navidad es el recuerdo del mundo de la venida de Dios Encarnado a la tierra; la Navidad es la Palabra de Dios omnipotente y creadora, que asume carne humana, se convierte en un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La Navidad es el encuentro de Dios con el hombre. Si la Navidad es la fiesta de la Palabra de Dios hecha carne, y si Dios en esta etapa final nos ha hablado por medio de Su Hijo, solo una cosa es necesaria: recibir a Jesucristo, el Mesías y Señor.
Esta noche, muchos de ustedes han venido a celebrar el nacimiento del Niño Jesús, el Salvador del mundo. Hace más de dos mil años, Dios prometió a su pueblo que una gran Luz brillaría para aquellos que están en la oscuridad; y esa luz brillaría sobre ellos para que salieran de la oscuridad.
Escuchamos en la primera lectura que Isaías dice que esta gran alegría puede compararse con la del yugo de los animales, un símbolo de la esclavitud. Cuando ese yugo se quita, un gran peso se remueve de los hombros del pueblo. Cuando ese yugo es retirado de los hombros del pueblo, “sobre su hombro reposará el dominio”. Ese yugo se transfiere a los hombros del Mesías prometido, con diferentes nombres, como “Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de la Paz”, porque este Niño viene a llevar los pecados del mundo, trayendo a todos los pueblos “gran gozo y gran regocijo”.
En la segunda lectura de la carta de San Pablo a Tito, escuchamos sobre las cosas que están sucediendo ahora. La gracia de Dios ha aparecido en el mundo. El Niño Jesús fue escogido por Dios Padre para traernos la salvación. Nuestra respuesta a la gracia de Dios es que debemos renunciar a nuestra indiferencia, a la falta de piedad y a la obsesión por las posesiones del mundo. Estamos llamados a vivir de manera sencilla, correcta y limpia en nuestros pensamientos, palabras y acciones, con dominio propio, mientras esperamos la manifestación de la gloria de Jesús cuando Él regrese al final de los tiempos.
Nunca como hoy, somos testigos del uso excesivo de las redes sociales. Demasiada charla, perturbadoras noticias falsas, inteligencia artificial; a través de todo esto no hemos encontrado paz, y la palabra ha perdido su poder de verdad. Al final experimentamos vacío y tanto ruido. Solo necesitamos lo necesario, eso es la “Palabra”, esa “Palabra es Cristo”; la Palabra hecha carne y habitó entre nosotros. Según San Juan, escuchamos que “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Él estaba con Dios en el principio.”
El Evangelio de esta noche, según San Lucas, confirma que el Niño Jesús nació en Belén de la Virgen María. Ella estaba desposada con José. Debido a que no había espacio en la posada, el Niño Jesús nació en un pesebre. En ese ambiente frío, no había servicios hospitalarios disponibles; no había médicos ni enfermeras; solo había pañales envolviendo al Niño Jesús y lo acostaron en un pesebre, significando pureza, santidad y un niño perfecto, sin mancha.
Jesús es la presencia de Dios entre nosotros. Nuestras palabras humanas solo logran describir imperfectamente lo que es una persona; pero Jesús, la Palabra de Dios hecha carne, es la imagen exacta de la gloria del Padre. Cuando vemos a ese Niño, realmente vemos a Dios. Solo Jesucristo podrá decir que quien lo ha visto, ha visto al Padre, y que ellos son UNO.
Si hay algo que expresa esa alegría de la Navidad, es la luz. Las bombillas de mil colores son como la risa de la Nochebuena. Los árboles de Navidad nos señalan a Jesús, el “Árbol de Jesé”, parpadeando con luces para recordarnos que la Navidad es la fiesta de la verdadera luz, Jesús, nuestro Salvador. Es bueno recordar hoy lo que Pedro le dijo a Cristo: “Señor, ¿a dónde iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna”. Podríamos decir, ¿a dónde iremos en un mundo lleno de palabras vacías?
Hermanos y hermanas, mientras celebramos la Navidad, esta noche es una noche de recuerdos y también es una noche de esperanza, esperanza de que Cristo Jesús, la Palabra de Dios, caiga como el rocío de la mañana en nuestros corazones y nos haga emocionarnos al anticipar las alegrías que florecerán en el Año Nuevo 2025.
Que esta Navidad nos traiga el regalo de entender un poco más a Dios en el Niño Jesús, y que también podamos entendernos mejor unos a otros en paz y amor. Que Dios los tenga en la palma de Su mano y digamos juntos: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.” (Lucas 2:14)
¡Bendiciones a todos!
Padre Arlon, osa