Today we are celebrating the 2nd Scrutiny for our Elects, and today’s readings used are those of Year A, which are read in oneness with the Mass for the Second Scrutiny. We need to reflect on these readings to value our calling to being Christ’s disciples.
For three consecutive Sundays, we have these three gospels, the Samaritan woman at the well, the man born blind, and next Sunday is the story about the raising of Lazarus from the dead. Why are they so important for us who are already baptized and for those who are preparing for the Sacrament of Initiation? These readings teach us about our baptismal promises.
First, the story of the Samaritan Woman is about believing in Jesus as the source of the Living Water. The woman accepted it and then returned to her village to proclaim her encounter with Jesus, the true Messiah. She commits herself to bring the Goodnews to others, which is our role to evangelize.
Second, today we heard the story of the man born blind who was healed and his sight was restored, but the message is his seeing God in Jesus. Our restored sight is not only for seeing, but constant conversion, as we always commit to a life that reveals God’s vision.
Third, next Sunday’s gospel is about Lazarus, who was raised from the dead by Jesus. This is the ultimate joy of our faith in Christ, that in Him we would bring back our life because He won, victorious over death and sin.
Let me expound on the readings today. In our first reading, taken from the book of Samuel, God told Samuel that God doesn’t see as humans see. We can only see part of the picture; we see the external appearances. But God sees deeper, into the heart of that person. God sees the fullness of that person’s potential. God sees that person’s intricate and detailed beauty.
The second reading, taken from the letter of St. Paul to the Ephesians, gives us a reminder of our own identity in Jesus. Before we were in darkness, but now we live in the light of Christ for we are children of light. The fruit of light involves conduct which is pervasive goodness, righteousness, and truth. Our conduct must be based on good conduct, speech, and relationships as modeled and taught by Jesus.
The gospel reminds me of my own experience, though I was not born blind like the man in the story. A year ago, for three months, I was literally blind due to Retinopathy, which is the inflammation of the small vessels at the back of my eyes which impeded my vision. I cannot forget how I prayed hard to God to bring back my eyesight. The doctor operated on my right eye, called “vitrectomy procedure.” When I recovered, I had much appreciation of God’s creation, I have an increased empathy for those people with visual disability and discovered a new perspective in the mercy and compassion of our awesome God. When we see as God sees, all we can do is stand and praise God for showing us a glimpse of heaven.
Though we have no problem with our sense of sight let us sincerely ask God to heal us today.
First, ask the Lord to “open our eyes,” physically and spiritually. Let us beg God to see as He sees by reflecting to view according to God’s ways. Sometimes we are blind because we lack knowledge, and sometimes we are blind because we have closed our eyes. Today, having gone through my own progression of faith, my eyes are fully open and I can see! Opening our eyes means changing the way we live and having a new perspective of life.
Second, we need to face those dark places. We will ask God to help us see those moments of failure and weakness as God sees them. God will never condemn us, but like with the blind man, he received an opportunity to love and to do good.
Third, Jesus said to him, “You have seen him, and the one speaking with you is he.” The blind man responded, “I believe.” Jesus shows himself to be the perfect Teacher in this miracle. He is revealing God’s works, and it is the reason Jesus heals his blindness: so that God’s work might be revealed in him.
These readings are powerful catalysts for reformation, for conversion. We turn our hearts back to Christ, acknowledging the need for our own ongoing conversion toward the one who guides and shepherds us.
Amazingly we are the light of the world. St. Paul talks about “unfruitful works of darkness,” and about the purifying power of exposing our shameful deeds to the light of day. JESUS IS OUR SAVIOR, who heals us. Our night of death and darkness is over; the light is dawning in our midst.
God bless you.
Fr. Arlon, osa
————————-
El Dictado del Corazón
Cuarto Domingo de Cuaresma, Año B (A) 2do Escrutinio
- 1 Samuel 16:1b, 6-7, 10-13a
- Salmo: Sal 23:1-3a, 3b-4, 5, 6
- Efesios 5:8-14
- Juan 9:1-41
Hoy estamos celebrando el Segundo Escrutinio para nuestros Elegidos, y las lecturas utilizadas hoy son las del Año A, que se leen en unidad con la Misa del Segundo Escrutinio. Es necesario reflexionar sobre estas lecturas para valorar nuestro llamado a ser discípulos de Cristo.
Durante tres domingos consecutivos, tenemos estos tres evangelios, la mujer samaritana junto al pozo, el ciego de nacimiento y el próximo domingo la historia de la resurrección de Lázaro de entre los muertos. ¿Por qué son importantes para los ya bautizados y para los que se están preparando para el Sacramento de Iniciación? Estas lecturas nos enseñan acerca de nuestras promesas bautismales.
Primero, la historia de la Mujer Samaritana trata de creer en Jesús, como fuente de Agua Viva. La mujer lo aceptó y luego regresó a su pueblo para anunciar su encuentro con Jesús, el verdadero Mesías. Ella se compromete a llevar la buena nueva a los demás, que es nuestra función de evangelizar.
Segundo, hoy escuchamos la historia del hombre ciego de nacimiento que fue sanado y le devolvió la vista, pero el mensaje es que vea a Dios en Jesús. Nuestra vista restaurada no es sólo para ver sino para una conversión constante, ya que siempre nos comprometemos a una vida que revela la visión de Dios.
En tercer lugar, el evangelio del próximo domingo trata sobre Lázaro, quien fue resucitado de entre los muertos por Jesús. Este es el gozo supremo de nuestra fe en Cristo: en Él recuperar nuestra vida porque Él venció y fue victorioso sobre la muerte y el pecado.
Permítanme explicar las lecturas de hoy. En nuestra primera lectura tomada del libro de Samuel, Dios le dijo a Samuel que Dios no ve como ven los humanos. Sólo podemos ver una parte de la persona; Vemos las apariencias externas. Pero Dios ve más profundamente, El ve el corazón de la persona. Dios ve la plenitud del potencial de esa persona. Dios ve la belleza intrincada y detallada de esa persona.
La segunda lectura, de la carta de San Pablo a los Efesios, nos recuerda nuestra propia identidad en Jesús. Antes estábamos en oscuridad pero ahora vivimos en la luz de Cristo porque somos hijos de la luz. El fruto de la luz implica una conducta que es bondad, rectitud y verdad omnipresentes. Nuestra conducta debe basarse en la buena conducta, el habla y las relaciones tal como los modeló y enseñó Jesús.
El evangelio me recuerda mi propia experiencia, aunque no nací ciego como el hombre del evangelio de hoy, me relaciono con el. Hace un año, durante tres meses, quedé ciego debido a la Retinopatía, que es la inflamación de los pequeños vasos en la parte posterior de mis ojos que impiden mi visión. No olvido lo mucho que oré para que Dios me restaurara la vista. El médico me operó el ojo derecho, lo que se denomina “procedimiento de vitrectomía”. Cuando me recuperé, valoré aun más la creación de Dios, sentí una mayor empatía por aquellas personas con discapacidad visual y descubrí una nueva perspectiva sobre la misericordia y la compasión de nuestro maravilloso Dios. Cuando vemos como Dios ve, todo lo que podemos hacer es pararnos y alabar a Dios por mostrarnos un poquito de lo hermoso que es el cielo.
Aunque no tenemos ningún problema con nuestro sentido de la vista, pidamos sinceramente a Dios que nos sane hoy.
Primero, pidamos al Señor que “nos abra los ojos”, física y espiritualmente. Roguemos a Dios que veamos como Él ve, reflexionando para ver según los caminos de Dios. A veces estamos ciegos porque nos falta conocimiento y, a veces, estamos ciegos porque hemos cerrado los ojos. Hoy, después de haber pasado por mi progresión de fe, ¡mis ojos están completamente abiertos y puedo ver! Abrir los ojos significa cambiar nuestra forma de vivir y tener una nueva perspectiva de la vida.
Segundo, debemos afrontar esos lugares oscuros. Pidamos a Dios que nos ayude a ver esos momentos de fracaso y debilidad como Dios los ve. Dios nunca nos condenará pero, como el ciego, recibe la oportunidad de amar y hacer el bien.
Tercero, Jesús le dijo: Tú le has visto, y él es el que habla contigo. El ciego respondió: “Creo”. Jesús se muestra como el Maestro perfecto en este milagro. Está revelando las obras de Dios, porque es la razón por la que Jesús cura su ceguera: para que las obras de Dios se revelen en él.
Estas lecturas son poderosos catalizadores para la reforma, para la conversión. Volvamos nuestro corazón a Cristo, reconociendo la necesidad de nuestra conversión continua hacia Aquel que nos guía y pastorea.
Sorprendentemente somos la luz del mundo. San Pablo habla de las “obras infructuosas de las tinieblas” y del poder purificador de exponer a la luz del día nuestras obras vergonzosas. JESÚS ES NUESTRO SALVADOR, quien nos sana para que nuestra noche de muerte y oscuridad haya terminado, la luz esté amanecendo en medio de nosotros.
Para los Elegidos, nuestras oraciones para ustedes son para que puedan continuar preparándose para recibir los Sacramentos de Iniciación en la próxima Pascua. Vivan y reflejen lo bueno que es Dios con ustedes.
Dios los bendiga.
P. Arlón, osa