The Dictate of the Heart: 7th Sunday of Easter, The Ascension Sunday

Today is the 7th Sunday of Easter. In other parts of the world, and also some dioceses and archdioceses in the USA, like Nevada, today is the Feast of the Lord’s Ascension. In some local churches, it was celebrated last Thursday, within the 6th Week of Easter, 10 days before Pentecost. The reason behind the transfer to Sunday is to make this celebration available to all the faithful, rather than having few people taking part in this important feast. Remembering that Thursday is a working day, and a majority of Catholics are busy working, it is basically a necessary option and not a theological or dogmatic reason.

Why is this feast important to us Catholics? Let us find the answer from today’s readings.

Our first reading from the Acts of the Apostles reminded us that Jesus was with the Apostles after the resurrection; consequently, there were many new converted followers, both Jews and Gentiles, for Jesus. They were instructed to stay near Jerusalem where God promised them to receive the Holy Spirit. Many of them were confused but, having much faith, they anticipated with joy to receive such a promise in order to experience the outpouring of God’s presence and be re-created by His power.

After the horrifying experience of the Apostles with the humiliating death of their Master, they found hope when several times Jesus appeared to them. His resurrection brought them joy and encouragement to continue their mission. Now, they are excited when they went to Bethany to experience another moment with Jesus during His ascension. It was again another glorious experience that Jesus is LORD. This reality comes to light when they focus on Him alone with His everlasting love. Ascension is more than just ascending into heaven and vanishing from their sight but more importantly, Jesus occupies their hearts which move them to become adhesive in their love for each other and passionate in their confidence in the Lord. They were absolutely open to the promise of the coming of the Holy Spirit as well.

There are spiritual realities that we could get from this Feast of the Ascension which invites us to reflect upon:

First, the Ascension is the transforming reality in the life of Jesus. It is not leaving us permanently, but it is an invitation to consolidate relationships in building His Kingdom of justice, peace, mercy and synodality. We are challenged to walk together as faithful witnesses, as the Church, in the midst of this changing world.

Second, in Jesus’ departure from earthly life to His glorious abode, the Lord takes our human existence into the presence of God. He takes with Him our flesh and our blood, and all humanity, you and me, now abide in God, and God abides in us.

Third, Jesus’ ascension introduces us into the very life of God. His ascension into heaven benefits all of us together working according to God’s will. Jesus’ very presence is more tangible than when He was here on earth, by the gift of the Holy Spirit, to accomplish our mission by saying, “And behold, I am with you always, until the end of the age.”

There is no need to worry that Jesus is going back to the Father on this feast of His Ascension. The early Church and all of us clearly understand the teachings and instructions of Jesus. It is obvious that Jesus’ mission with the Apostles is now entrusted to us. As baptized Catholics, we have received the same Spirit and mandate to go to all nations, “baptizing them in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit, teaching them to observe all that I have commanded you.” (St. Matthew 28: 19-20) We are called to participate in the missionary work of Christ. Our mission has begun.

Let us remember the words of St. Paul in his Letter to the Ephesians when he prays: “May the eyes of your hearts be enlightened, that you may know what is the hope that belongs to his call. . . .” It means that we must continuously sanctify Jesus in our hearts, so that our inner eyes can see the gift of “spirit of wisdom and revelation resulting in knowledge of Him.” It gives us the reason to Hope for sharing Jesus’ eternal and glorious destiny.

Do we clearly have that desire to keep our eyes fixed on the promise of the Lord’s Ascension? Let us be united with the prayer of St. Paul, “Lord, enlighten the eyes of hearts, that we may know what we hope is ours.”
God bless you.

Fr. Arlon, osa

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El Dictado del Corazón
Séptimo Domingo de Pascua, Domingo de la Ascensión

  • Hechos 1:1-11
  • Salmos 47:2-3, 6-7, 8-9
  • Efesios 1:17-23
  • Mateo 28:16-20

Hoy es el Séptimo Domingo de Pascua. En otras partes del mundo, y también en algunas diócesis y arquidiócesis de USA, como Nevada, hoy es la Fiesta de la Ascensión del Señor. Para algunas iglesias locales, se celebró el pasado jueves dentro de la Sexta Semana de Pascua, 10 días antes de Pentecostés. La razón detrás de la transferencia al Domingo es hacer que esta celebración esté disponible para todos los fieles en lugar de que pocas personas participen en esta importante fiesta. Recuerden que el Jueves es un día laboral y es difícil para la mayoría de los católicos asistir a misa durante la semana. Es una opción necesaria y no una razón teológica o dogmática.

¿Por qué es importante esta fiesta para nosotros los católicos? Encontremos la respuesta en las lecturas de hoy.

Nuestra primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos recordó que Jesús estaba con los Apóstoles después de la resurrección, en consecuencia, muchos nuevos seguidores convertidos tanto judíos como gentiles de Jesús. Se les indicó que se quedaran cerca de Jerusalén, donde Dios les prometió recibir el Espíritu Santo. Muchos de ellos estaban confundidos pero teniendo mucha fe, esperaban con gozo recibir tal promesa de experimentar el derramamiento de la presencia de Dios y ser recreados por Su poder.

Después de la espeluznante experiencia de los Apóstoles para contener la humillante muerte de su Maestro, encontraron esperanza cuando Jesús se les apareció varias veces. Su resurrección les trajo alegría y aliento para continuar su misión. Y ahora, están emocionados de ver cuando fueron a Betania para experimentar otro momento con Jesús durante Su ascensión. Nuevamente fue otra experiencia gloriosa que Jesús es el SEÑOR. Esta realidad sale a la luz cuando se enfocan en Él solo con Su amor eterno. La ascensión es más que simplemente ascender al cielo y desaparecer de su vista, más importante aún, Jesús ocupa sus corazones, lo que los mueve a volverse adherentes en su amor mutuo y apasionados en su confianza en el Señor. También estaban abiertos a la promesa de la venida del Espíritu Santo.

Hay realidades espirituales que podemos sacar de esta Fiesta de la Ascensión que nos invitan a reflexionar:

Primero, la Ascensión es la realidad transformadora en la vida de Jesús. No es dejarnos definitivamente, pero es una invitación a consolidar relaciones en la construcción de Su Reino de justicia, paz, misericordia y sinodalidad. Estamos desafiados a caminar juntos como testigos fieles, como Iglesia en medio de este mundo cambiante.

Segundo, en la partida de Jesús de la vida terrenal a Su morada gloriosa, el Señor lleva nuestra existencia humana a la presencia de Dios. Él toma con Él nuestra carne y nuestra sangre, toda la humanidad, tú y yo ahora permanecemos en Dios, y Dios permanece en nosotros.

Tercero, la ascensión de Jesús nos introduce a la vida misma de Dios. Su ascensión al cielo nos beneficia a todos nosotros juntos puede trabajar de acuerdo a la voluntad de Dios porque la misma presencia de Jesús es más tangible de lo que fue aquí en la tierra por el don del Espíritu Santo para cumplir nuestra misión al decir: “Y he aquí, yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.”

No hay necesidad de preocuparse de que Jesús regrese al Padre en esta fiesta de Su Ascensión. La Iglesia primitiva y todos nosotros entendemos claramente las enseñanzas e instrucciones de Jesús. La misión de Jesús con los Apóstoles ahora se nos confía a nosotros. Como católicos bautizados, hemos recibido el mismo Espíritu y mandato de ir a todas las naciones, “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. (Mt. 28: 19-20)

Estamos llamados a participar en la obra misionera de Cristo. Nuestra misión ha comenzado.

Recordemos las palabras de San Pablo en su Carta a los Efesios cuando reza: “Que se iluminen los ojos de vuestros corazones, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamada. . . .” Significa que debemos santificar continuamente a Jesús en nuestros corazones para que nuestros ojos internos puedan ver el don del “espíritu de sabiduría y revelación que resulta en el conocimiento de Él”. Nos da una razón para la esperanza de compartir el destino eterno y glorioso de Jesús.

¿Tenemos ese deseo de mantener la mirada fija en la promesa de la Ascensión del Señor? Unámonos a la oración de San Pablo: “Señor, ilumina los ojos de los corazones, para que sepamos lo que esperamos es nuestro”.

Dios lo bendiga.

Padre Arlón, osa

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