The Dictate of the Heart: Easter Sunday, Year A

Happy Easter to everyone! Our sacrifices, prayers and penance have paid off as we prepare for something that is important in our life, more than just our own birthday. It is the greatest feast, that is the celebration of Our Lord’s Resurrection. Hearing the two readings and the gospel brings incredible joy in our hearts. That we are saved from the ultimate power of sin and of death itself comes to us from Jesus as a great relief and as a tremendous liberation. Truly Jesus lives, and you and I will live! The mystery of death will be overcome – we will live forever!

In the first reading for this great celebration, Peter is reminding everyone about the life and the beautiful experiences of being with Jesus. By preaching, he recalls Jesus’ ministry, good works and His passion and death and mentioned that on the third day, God raised Him and “granted that He be visible, not to all the people but to us, the witnesses chosen by God in advance, who ate and drank with Him after He rose from the dead.” This is a kind of review of the life and being with Jesus after His resurrection.

His apostles continued with their preaching and witnessing of those who believe and face the troubles of the world, standing firmly in the mystery they could hardly comprehend.

The second reading taken from the letter of St. Paul to the Colossians, reminds us on this Easter Sunday that “our life is hidden with Christ in God.” Because of the gift of baptism, there is new life in Jesus continuously and actively growing within us which is efficaciously showing the grace that we too “will appear with Him in glory.” Thus, let us think what is above “where Christ is seated at the right hand of God.” We are encouraged not to be distracted by this present life but rather focus on our journey towards our heavenly goal.

The gospel taken from John 20:1-9 is about the first experience of some of the apostles who went to the tomb early in the morning of the first day of the week. Mary of Magdala, John, the beloved, and then Simon Peter arrived. John ran and went to the tomb, and said to them, “They have taken the Lord from the tomb, and we don’t know where they put him.”

Apparently, we have to look deeper into this gospel pericope in order to understand our Christian Faith.

First, we rely on the testimonies of the apostles. Peter relates how Jesus had been seen by believers and about their living faith in the Lord. They worked hard to foster Jesus’ ministry of healing. The result of Peter’s profound proclamation of who Jesus is had touched Cornelius and others to ask for the Sacrament of Baptism. Hence, the weight of the Apostles’ witnessing gained more followers to the faith.

Second, Mary informs Peter and the “disciple whom Jesus loved” of her experience and so, they run back with differing times of arrival. They are moving slowly into something dawning on them. Jesus is not there. They believe what they see with only the white linen left and they begin living what they believe. This is exactly how history began becoming news, Good News. These two runners did not just sit down and try to figure out how this whole thing happened. Instead, they remembered and believed, and they left Jesus’ tomb and began Jesus’ resurrection in them.

Third, because of Jesus’ promise that after three days He would rise, we are saved from the ultimate power of sin and of death itself. It comes to us as a great relief, as a tremendous freedom and liberation. The good news is that “the Lord has risen.” Through numerous harvests, and to those who accepted the Lord as their Savior and God, it adds something that we too must believe. The good news is that we believe that Jesus has risen and so have we. We have risen above the natural earthly demand for more light, for more catch and gain for the Risen Lord.

We know that tomb will be empty and remain empty forever as a sign that our lives will not really end, but will only be transformed. Today, we believe that death holds no power over us. We can walk each day with courage and freedom, in the grace being offered us to give our lives away in love.

Happy Easter and more blessings to you and your loved ones.

God bless you.

Fr. Arlon, osa

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El Dictado del Corazón
Domingo de Pascua, Año A

  • Hechos 10:34a, 37-43
  • Salmo 118:1-2, 16-17, 22-23
  • Colosenses 3:1-4 o 1 Cor 5:6b-8
  • Juan 20:1-9

¡Felices Pascuas para todos! Nuestros sacrificios, oraciones y penitencias han dado resultado. Cuando nos preparamos para algo importante en nuestra vida, más que nuestro cumpleaños. La fiesta más grande, es la celebración de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Escuchar las dos lecturas y el evangelio de hoy con una alegría increíble en nuestro corazón. Que estemos salvados del poder del pecado y de la misma muerte, nos llega como un gran alivio, como una tremenda liberación de Jesús. ¡Verdaderamente Jesús vive, tú y yo viviremos! El misterio de la muerte será superado: ¡viviremos para siempre!

En la primera lectura de esta gran celebración, Pedro les recuerda a todos la vida y las hermosas experiencias de estar con Jesús. Al predicar, recuerda el ministerio de Jesús, las buenas obras y su pasión y muerte. Y mencionó que, al tercer día, Dios lo resucitó y “concedió que Él fuera visible, no a todo el pueblo, sino a nosotros, los testigos elegidos de antemano por Dios, que comieron y bebieron con Él después que resucitó de entre los muertos.” Esta es una especie de revisión de la vida y el estar con Jesús después de su resurrección.

Sus apóstoles continúan con su predicación y dan testimonio de aquellos que creen y enfrentan los problemas del mundo, permaneciendo firmes en el misterio que apenas podían comprender.

La segunda lectura tomada de la carta de San Pablo a los Colosenses nos recuerda en este Domingo de Pascua que “nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Por el don del bautismo, hay una nueva vida en Jesús que crece continua y activamente dentro de nosotros y que muestra eficazmente la gracia de que nosotros también “apareceremos con Él en Gloria. Así pues, pensemos en lo que está arriba “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Se nos anima a no distraernos de esta vida presente, sino a concentrarnos en nuestro viaje hacia nuestra meta celestial.

El evangelio tomado del evangelio de Juan 20:1-9 trata sobre la primera experiencia de algunos de los apóstoles que fueron al sepulcro temprano en la mañana del primer día de la semana. Llegaron María de Magdalena, Juan, el amado, y luego Simón Pedro. Juan corrió y fue al sepulcro, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Tenemos que profundizar en esta perícopa del evangelio para comprender nuestra fe cristiana.

Primero, confiamos en los testimonios de los apóstoles. Pedro relata cómo Jesús había sido visto por los creyentes y su fe viva en el Señor, trabajaron duro para fomentar el ministerio de sanidad de Jesús. El resultado de la profunda proclamación de Pedro, de quién en Jesús tocó a Cornelio y a otros a pedir el Sacramento del Bautismo. De ahí que el peso del testimonio del Apóstol gane más adeptos a la fe.

En segundo lugar, María informa a Pedro y al “discípulo a quien Jesús amaba” de su experiencia y así vuelven corriendo con diferentes tiempos de llegada. Se están moviendo lentamente hacia algo que se les viene encima. Jesús no está allí. Creen lo que ven y solo les queda lino blanco y comienzan a vivir lo que creen. Así es como la historia empezó a convertirse en noticia, Buena Noticia. Estos dos corredores no solo se sentaron e intentaron descubrir cómo sucedió todo esto. En cambio, recordaron, creyeron y abandonaron la tumba de Jesús y comenzaron la resurrección de Jesús en ellos.

Tercero, por la promesa de Jesús de que después de tres días resucitaría, somos salvados del poder supremo del pecado y de la misma muerte, que nos llega como un gran alivio, como una tremenda libertad y liberación. La buena noticia es que “el Señor ha resucitado”. A través de numerosas cosechas, aquellos que aceptaron al Señor como su Salvador y Dios, añaden algo que también nosotros debemos creer. La buena noticia es que creemos que Jesús ha resucitado y nosotros también. Nos hemos elevado por encima de la demanda terrenal natural de más luz, de más capturas y ganancias para el Señor Resucitado.

Sabemos que la tumba estará vacía y permanecerá vacía para siempre como señal de que nuestra vida no terminará, sino que solo se transformará. Hoy creemos que la muerte no tiene poder sobre nosotros, podemos caminar cada día con valentía y libertad, en la gracia que se nos ofrece para dar nuestra vida en amor.

Felices Pascuas y más bendiciones para ti y tus seres queridos.

Dios los bendiga.

Padre Arlón, osa

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