The Dictate of the Heart: Ash Wednesday

Today is the beginning of the season of Lent. The good thing about Catholics is that we have been exposed to different seasons of the year, which is connected to our faith-life cycles. There is the season of Advent, which is the time to prepare for the coming of the Lord, then entering into the feast of Christmas and other feasts like the New Year, the Epiphany, then back to ordinary time of the year, which indicates the growing and maturing in our faith. Then there is Lent which provides us the opportunity to prepare for the most important feasts, the celebration of the passion, death and resurrection of the Lord. This liturgical season creates a habit of getting to know what we must do to appreciate the gift of salvation.

We are here today to rejoin in the practice of Ash Wednesday. We will receive the imposition of ashes on our foreheads because we want to adhere to the scripture readings today.

For the past years during the height of the pandemic, we distributed the ashes by sprinkling them on the crown of our heads rather than a cross on the forehead. Both of the rituals are accepted. However, what is important is that our Catholic practice must not be the cause of shame and to hide what we believe. This season of Lent is a time of repentance and believing in the Gospel. Ashes on our foreheads is just an outward sign. We need to get to the bottom and interiority to practice what is being demanded from us. Loving actions and true repentance for our sins must show our faith even more obviously. The letter of St. Paul taken from our first reading reminds us that, “We are ambassadors for Christ” (2 Corinthians 5:20). By our own righteousness, they will know us.

Brothers and Sisters, how would you like to begin this Lent? How would you like to practice turning towards God in your daily life and relationships? Today we are invited again to listen to Jesus’ suggestions:

First, this season is a call for intense prayer. The Church is encouraging everyone to indulge seriously on how we connect with God. Though we pray daily, we must double our prayer so that we allow ourselves to be united with Him.

Our Father, St. Augustine, had so many things to say about various forms of prayer, and he divulged the importance of prayer in our relationship with God and in the Church. He knows that we are on a journey towards God. Thus, prayer is necessary to intensify our desire to reach our goal of eternal happiness with our hearts yearning for God. Our prayers could be through daily readings, meditation of the scriptures, contemplation, recitation of novenas and rosaries and our attendance at any Spiritual retreats.

Second, we are called to fasting and abstinence by the Church for those who can. Our deprivation of our desires of food, inordinate pleasures, etc, become possible if we agree that we want to become a “new creation” and are willing to be covenanted by the Holy Spirit. Many saints struggled to resist temptations, but they allowed themselves to be controlled by the power of the Holy Spirit to succeed in their offering of fasting and abstinence. We need to feed ourselves with the presence of God, rather than excessive material intake which slows down our ascent to God. Our excessive consumption, like eating and drinking, in a way obscures Christ’s presence.

Third, we need to practice almsgiving. We need to be generous to others. Our self-centeredness deprives ourselves from being able to serve God and others. Our attitude to help is not deprivation of oneself’s needs but to be open to charity and love. If there is an absence of charity, we are not worthy of God’s call. Being a Christian is not only enhancing material well-being, but rather, we must be conscious of our duty to share, not from our surplus but from the little we have. Even the poorest of the poor knows how to give.

Our parish, the Little Flower, reminds us of our Christian duty to share in the Catholic Service Appeal. Our CSA 2023 approved goal is $117,283.00. We are not asking for participation from a few generous people only. We can achieve this goal if every parishioner participates, contributes and pledges to share. Please get the form and sign-up. We can do this; we can achieve our goal. It is not difficult if we are open to the fruits of the Spirit to change us.

St. Paul reminds us that the Spirit includes joy, love, peace, patience, kindness, generosity, faithfulness, and self-control. Our responsorial Psalm today reminds us, “Cast me not out from your presence and your Holy Spirit take not from me” (Psalms 51:12-13).

God bless everyone.

Fr. Arlon, osa

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El Dictado del Corazón: Miércoles de Ceniza

  • Joel 2:12-18
  • Salmo 51:3-4, 5-6ab, 12-13, 14 y 17
  • 2 Corintios 5:20—6:2
  • Mateo 6:1-6, 16-18

Hoy es el comienzo de la temporada de Cuaresma. Lo bueno de los católicos es que hemos estado expuestos a las diferentes estaciones del calendario de la iglesia Católica, lo cual está conectado a los ciclos de nuestra vida de fe, como la temporada de adviento que es el tiempo para preparar la venida del Señor, entrando la fiesta de Navidad y diferentes fiestas como Año Nuevo, Epifanía, luego de vuelta al tiempo ordinario, que indica el crecimiento y maduración de nuestra fe, luego la cuaresma que nos provee para prepararnos para las fiestas más importantes, la celebración de la pasión, muerte y resurrección del Nuestro Señor Jesucristo. Este tiempo litúrgico crea el hábito de conocer lo que debemos hacer para apreciar el don de la salvación.

Estamos reunirnos aquí hoy para recibir la imposición de cenizas en nuestra frente porque queremos aceptar y vivir las lecturas bíblicas de hoy.

En los últimos años, durante el apogeo de la pandemia, distribuimos las cenizas rociándolas en la cabeza en lugar de poner una cruz en la frente. Es aceptado de ambos modos. Lo importante es que esta temporada de cuaresma, lo tomemos como un tiempo de aprendizaje, arrepentimiento y fe en el Evangelio. Las cenizas en nuestra frente no es más que una señal externa. Necesitamos entrar en el fondo y en la interioridad para practicar lo que se nos exige. Las acciones de amor y el verdadero arrepentimiento de nuestros pecados, deben mostrar nuestra fe de manera aún más evidente. La carta de San Pablo tomada de nuestra primera lectura nos recuerda que “Somos embajadores de Cristo” (2 Cor 5, 20). Por nuestra propia justicia, nos conocerán.

Hermanos y hermanas, ¿cómo van a empezar esta Cuaresma? ¿Que planes tienen de practicar volverse hacia Dios en su vida diaria y en sus relaciones con los demás? Hoy estamos nuevamente invitados a escuchar las sugerencias de Jesús:

Primero, esta temporada es un llamado a profundizar en la oración. La Iglesia está alentando a todos a dedicarse seriamente a cómo nos conectamos con Dios. Aunque oremos diariamente, debemos redoblar nuestra oración para permitirnos unirnos a Él.

San Agustín tenía tantas cosas que decir sobre las diversas formas de oración, pero divulga la importancia de la oración en nuestra relación con Dios y en la Iglesia. Él sabe que estamos en un camino hacia Dios. Por lo tanto, la oración es necesaria para intensificar nuestro deseo de alcanzar nuestra meta de felicidad eterna y nuestros corazones anhelando a Dios. Nuestras oraciones pueden ser a través de lecturas diarias, meditación de las escrituras, contemplación al Santísimo, rezar novenas, rosarios, asistir a retiros espirituales y por supuesto, asistir los Domingos a misa.

Segundo, estamos llamados al ayuno y abstinencia. Al menos que no puedan por problemas de salud. Nuestra privación de nuestros deseos de comida, placeres excesivos, etc., solo es posible con la oración y dejando que el Espíritu Santo nos ayude e ilumine. Así seremos una “nueva creación”. Los santos lucharon para resistir las tentaciones y con el poder del Espíritu Santo tuvieron éxito en su ofrenda de ayuno y abstinencia. Necesitamos alimentarnos de la presencia de Dios en lugar de una ingesta material excesiva que ralentiza nuestro ascenso hacia Dios. Nuestro consumo excesivo, como comer y beber, de alguna manera oscurece la presencia de Cristo.

Tercero, necesitamos practicar la limosna. Tenemos que ser generosos con los demás. Nuestro egocentrismo nos priva del poder servir a Dios y a los demás. Nuestra actitud de ayuda no es de privación de las propias necesidades sino de apertura a la caridad y al amor. Si falta la caridad, no somos dignos de la llamada de Dios. Ser cristiano no es sólo potenciar el bienestar material, sino que debemos ser conscientes de nuestro deber de compartir. No de lo que nos sobra sino de lo poco que tenemos. Hasta el más pobre de los pobres sabe dar.

Nuestra parroquia, Little Flower, nos recuerda nuestro deber cristiano de compartir con la Campaña del Servicio Católico. Nuestra meta aprobada por CSA 2023 es de 117,283.00 (ciento-diecisiete mil, doscientos ochenta y tres) dólares. No estamos pidiendo pocas personas generosas, pero podemos lograr este objetivo cuando todos los feligreses participan, contribuyen y se comprometen a compartir. Por favor, obtengan el formulario y regístrense. Podemos lograrlo. Se los agradecemos infinitamente.

Podemos hacer esto. No es difícil, si estamos abiertos a los frutos del Espíritu para cambiarnos. San Pablo nos recuerda que el Espíritu incluye alegría, amor, paz, paciencia, bondad, generosidad, fidelidad y dominio propio. Nuestros salmos responsoriales de hoy nos recuerdan: “No me eches de tu presencia, y tu Espíritu Santo no me quites” (Sal 51, 12-13).

Dios los bendiga a todos.

Padre Arlón, osa

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