After all the special feast days, we come into the reality of being in the Ordinary Time of the Church Calendar. It is an opportunity to find meaning and growth after such abundant graces we have received. It is time to be fruitful as the color green indicates life, spiritual maturity and growing in the faith. This is a wonderful time to really take into our hearts what has transpired in the preceding joyous weeks. Jesus came to dwell with us.
Today is the 2nd Sunday in Ordinary Time which always follows the Baptism of the Lord. The Baptism of Christ conveys the depths of our faith in the Lord to remind us of our liberation from sin and that the Holy Spirit dwells within us. Through our own baptism, we became missionary disciples of Christ; therefore, we need to be personally involved and actively engaged in living a faith-filled life, participating in a Christian community of faith and love. This is the result of our joy to savor all those happy and memorable experiences we had during Advent and Christmas. We belong to Christ and His Church, and so we need to be engaged in our community filled with love and faith.
The Prophet Isaiah reminds us in the first reading that God has said we are his servants, through whom He shows his glory. God tells us, “It is too little for you to be my servant…I will make you a light to the nations, that my salvation may reach to the ends of the earth.” This writing of the Prophet Isaiah is not about himself, but he speaks on behalf of the people of Israel called and formed by God as His servants. It is through the chosen people that God would reveal His glory and strength because of their faith. These words written by the Prophet are very promising and inspiring; however, we must humbly accept them with great responsibility. God manifests His glory through us; thus, our lives must reflect the goodness of God because we are created in the image of God and His own people.
In today’s second reading, St. Paul is called the “Apostle of Christ Jesus by the will of God.” We are called to be faithful to participate in sharing the gospel in words and in deeds. We are called to accomplish His Divine Will.
Today’s gospel from St. John recalls the meeting between Jesus and John the Baptist. In the gospel of John 1:31-33, the apostle tells us that John the Baptist declares twice “I did not know Him,” referring to Jesus. I am deeply perplexed by his saying that he did not know Jesus. But then I realized that though John the Baptist explicitly denies knowing Jesus, except by the inspiration of the Holy Spirit (John 1:31-32), John knew who Jesus was and that Jesus had a special mission from God, but he did not fully understand the implications of it all until the Holy Spirit descended upon Jesus like a dove. John’s relationship with Jesus was first as a fellow family member,’which is an important reminder of the humanity of Jesus. Therefore, let us be open to know the lessons we heard from this gospel.
First, John the Baptist was told to look for a sign that the Son of God had come: “on whomever you see the Spirit come down and remain, he is the one who will Baptize with the Holy Spirit.” When the Holy Spirit descended from heaven, John’s eyes were opened to seeing Jesus not just as a companion but as the Savior, our Messiah.
Second, John the Baptist tells us, “I have seen and testified that He is the Son of God.” John the Baptist had seen and given testimony to the Lord as the Son of God based on knowledge, observation, and personal experience with Him. I believe that having our personal experiences with God’s presence in our lives, and in different moments when we know and recognize the actions of God in our lives, we cannot just keep it to ourselves. We must be happy and excited to share them with others. God the Father, Son, and the Holy Spirit has come to us and will remain forever.
Third, John the Baptist says, “Behold the Lamb of God, who takes away the sins of the world.” He tells his followers, “Behold”, look, see, over there, check Him out. He is actually making them aware of who Jesus is, having given them many signs as the “Light” coming in their midst. He announces Jesus to be “The Lamb of God” Who, by being Lamb, is the sacrificial Person Whose life and death will bring life back from the world’s death. He was direct to say that Jesus is the Savior of the world. John is clarifying that Jesus, not he, John, is the Messiah. John “saw” and now affirms and testifies to this truth.
As I pray with you and celebrate mass, I see Christ in you. I see Christ in your life and your firmness of faith. Our encounter today may strengthen us to listen to the voice of God with clarity just like St. John the Baptist. Let us follow that voice, and you will be strengthened in the Spirit. To you I reiterate the words of St. Paul saying, “Grace to you and peace from God our Father and the Lord Jesus Christ.” Amen.
God bless you.
Fr. Arlon, osa
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- Isaías 49:3, 5-6
- Salmos 40:2, 4, 7-8, 8-9, 10
- 1 Corintios 1:1-3
- Juan 1:29-34
Después de los días festivos, volvemos a la realidad y al Tiempo Ordinario en el Calendario de la Iglesia. Tenemos la oportunidad de meditar en las gracias abundantes que hemos recibido en la Navidad. Jesús vino a morar entre nosotros. Si notan el color con el que esta adornado el altar y las vestiduras del Sacerdote es verde, ya que el verde indica vida, madurez espiritual, crecimiento en la fe, es tiempo de ser fructíferos.
Hoy es el Segundo Domingo del Tiempo Ordinario, que sigue siempre del Domingo donde se celebra el Bautismo del Señor, que transmite la profundidad de nuestra fe en Nuestro Señor Jesús, para recordarnos nuestra liberación del pecado y la morada del Espíritu Santo en nosotros. A través de nuestro propio bautismo nos convertimos en discípulos misioneros de Cristo, por lo tanto, debemos involucrarnos personalmente y participar activamente en vivir una vida de fe, participando en una comunidad cristiana de fe y amor. Este es el resultado de nuestra alegría de saborear todas esas felices y memorables experiencias que tuvimos durante el adviento y la Navidad. Pertenecemos a Cristo y a Su Iglesia, por lo que debemos participar en nuestra comunidad llenos de amor y fe.
El profeta Isaías nos recuerda en la primera lectura, que Dios ha dicho que somos sus siervos, a través de los cuales Él muestra su gloria. Dios nos dice: “Es muy poco para ti ser mi siervo… Te haré luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra”. Este escrito del profeta Isaías, no se trata de sí mismo, sino que habla en nombre del pueblo de Israel llamado y formado por Dios como siervos suyos. Es a través del pueblo escogido que Dios revelaría Su gloria y fortaleza a causa de su fe. Estas palabras escritas por el Profeta son muy prometedoras e inspiradoras, sin embargo, debemos aceptarlas humildemente con gran responsabilidad. Dios manifiesta Su gloria a través de nosotros; por lo tanto, nuestras vidas deben reflejar la bondad de Dios porque somos creados a la imagen de Dios y de su propio pueblo.
En la segunda lectura de hoy, San Pablo es llamado el “Apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios”. Estamos llamados a ser fieles para participar en compartir el evangelio en palabras y en hechos. Estamos llamados a cumplir Su Divina Voluntad.
En el evangelio de hoy de San Juan se recuerda el encuentro entre Jesús y Juan Bautista.
En el evangelio de Juan capitulo uno, versículo treinta y uno al treinta y tres, el apóstol nos dice que Juan el Bautista declara dos veces “Yo no lo conocía”, refiriéndose a Jesús. Estoy profundamente perplejo cuando dice que no conocía a Jesús. Pero luego me di cuenta de que Juan el Bautista niega explícitamente conocer a Jesús excepto por la inspiración del Espíritu Santo (Juan capitulo uno del treinta y uno al treinta y dos. Juan sabía quién era Jesús y que Jesús tenía una misión especial de parte de Dios, no supo entender completamente las implicaciones de todo esto hasta que el Espíritu Santo descendió sobre Jesús como una paloma. La relación de Juan con Jesús fue primero como miembro de la familia, lo cual es un recordatorio importante de la humanidad de Jesús. Por lo tanto, estemos abiertos a conocer las lecciones que escuchamos de este evangelio.
Primero, a Juan el Bautista se le dijo que buscara una señal de que el Hijo de Dios había venido: “sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer, ése es el que bautizará con el Espíritu Santo”. Cuando el Espíritu Santo descendió del cielo, los ojos de Juan se abrieron para ver a Jesús no solo como un miembro de la familia, sino como el salvador, nuestro mesías.
Segundo, Juan el Bautista nos dice: “Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios”. Juan el Bautista ha visto y dado testimonio del Señor como Hijo de Dios basado en el conocimiento, la observación y la experiencia personal con Él. Creo que teniendo nuestras experiencias personales con la presencia de Dios en nuestras vidas y en diferentes momentos cuando conocemos y reconocemos las gracias de Dios en nuestras vidas, no podemos quedarnos con ellas, sino que felices y emocionados compartámoslas con los demás. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo ha venido a nosotros y permanecerá para siempre.
Tercero, Juan el Bautista dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Él le dice a sus seguidores, “He aquí”, miren, vean, allá, échenle un vistazo. En realidad, les está haciendo conscientes de quién es Jesús, quien les había dado muchas señales como la “Luz” que venía en medio de ellos. Él anuncia a Jesús como “El Cordero de Dios” Quien, siendo Cordero, es la Persona sacrificial Cuya vida y muerte resucitarán la muerte del mundo. Fue directo al decir que Jesús es el Salvador del mundo. Juan aclara que Jesús y no él. Juan “vio” y ahora afirma y testifica esta verdad.
Mientras oramos juntos y celebro misa, veo a Cristo en ustedes. Veo a Cristo en su vida y en su firmeza de fe. Nuestro encuentro de hoy puede fortalecernos para escuchar la voz de Dios con claridad como San Juan Bautista. Sigamos esa voz y serán fortalecidos en el Espíritu. A ustedes les reitero las palabras de San Pablo diciendo: “Gracia y paz a ustedes, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Amén.
Dios te bendiga.
Padre Arlón, osa
