After the celebration of the Christmas season, today we celebrate the Baptism of the Lord, which signals the beginning of His public ministry. It is also a call to journey with Jesus on His mission as we prepare to venture into our lives the challenge of Christian life through the weeks of Ordinary Time starting next week.
The first reading, taken from the Prophet Isaiah 42, emphasizes the mission of bringing the justice of God upon the earth. This justice is not equality per se, as it has been conceived as human justice but is Divine justice. This Divine justice looks to the fulfillment of people’s needs and hopes. It is an experience of light from darkness, liberty and freedom from all kinds of enslavements, restoring sight from blindness, all which result in healing and profound consolation. We also found in the 1st reading from Isaiah the word, “servant,” to remind us that only Christ, prophesying and announcing a special person for the time of hope, the coming Messiah, whom the Spirit of God will be upon Him, and His identity will be known by the people of Israel through His life and actions.
In the 2nd reading from the Book of the Acts of the Apostles, St. Peter speaks to those gathered in the house of Cornelius his responsibility to teach who and what Jesus is and does as God’s anointed One. In Jesus’ divine and human being, He accomplished the will of the Father as an incarnate Son. We have to recognize that it is within His human nature that Jesus is able to reveal God’s divine presence in the very human relationships and behavior of the Baptized.
In the gospel taken from the evangelist St. Luke, he wrote about the Baptism of Jesus in the River Jordan by John the Baptist. For St. Luke, it is his first revelation or manifestation of our Savior to the gentiles. I invite you to reflect on this important event in the life of our Lord Jesus Christ
First, Jesus does not need John’s baptism of repentance for sin. However, He chooses this baptism to be united with us. Jesus becomes immersed to our human reality completely. Jesus wanted to be immersed in the water of the Jordan, not to wash away His sin because Jesus has no sin at all; however, it was His own way to accept His identity and mission and for us to learn how we should live with humility.
Second, the Baptism of Jesus expresses the visible depths and profound relationship of Jesus with His Father. This event is not only a reminder for us to know that Jesus is the Beloved Son, but rather to listen attentively to His loving Father’s voice as well, “You are my beloved Son with you I am well pleased.”
Third, St. John the Baptist affirmed that “He will baptize you with the Holy Spirit and fire.” After Jesus’ baptism, John saw the Holy Spirit in the form of a dove and heard the voice of the Father, and that moment was ablaze with God’s glory.
Brothers and Sisters, reflecting upon the baptism of Jesus invites us to learn more about the sacrament of Baptism. It is important to have a deeper understanding about the sacrament and always to have that eagerness to renew our baptismal promises seriously. Let us be willing to listen and in the discernment process be receptive to hear that we might live what we come to believe. Our reception of baptism reveals our Christian dignity as members of the mystical Body, the Church, rejecting sins and receiving God’s grace so that we may be aware of being sons and daughters of God committed to follow Jesus faithfully.
Today, let us celebrate our own baptisms as well as Jesus’ baptism. Now, Jesus sends us out into the world to proclaim the message we believe.
God bless you.
Fr. Arlon, osa
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El Dictado del Corazón: La Fiesta del Bautismo del Señor, Año C
- Isaías 42:1-4, 6-7
- Salmo 29:1-2, 3-4, 3, 9-10
- Hechos 10:34-38
- Lucas 3:15-16, 21-22
Después de la celebración de la temporada navideña, hoy celebramos el Bautismo del Señor, que marca el comienzo de Su ministerio público. Es también una invitación a caminar con Jesús en Su misión, mientras nos preparamos para adentrarnos en nuestras vidas el desafío de la vida cristiana durante las semanas del Tiempo Ordinario, que comienzan la próxima semana.
La primera lectura tomada del Profeta Isaías (42) resalta la misión de traer la justicia de Dios a la tierra. Esta justicia no es simplemente igualdad como la hemos concebido en términos humanos, sino la justicia divina. Esta justicia divina busca el cumplimiento de las necesidades y esperanzas de las personas. Es una experiencia de luz en la oscuridad, de libertad de todo tipo de esclavitudes, de restauración de la vista a los ciegos, lo que lleva a la sanación y a una profunda consolación. También encontramos en la primera lectura de Isaías la palabra “siervo”, para recordarnos que solo Cristo, profetizando y anunciando a una persona especial para el tiempo de la esperanza, el Mesías que vendría, sería el ungido de Dios sobre quien reposaría Su Espíritu y cuya identidad sería conocida por el pueblo de Israel a través de Su vida y sus acciones.
En la segunda lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, San Pedro habla a los reunidos en la casa de Cornelio sobre su responsabilidad de enseñar quién es y qué hace Jesús como el Ungido de Dios. En la humanidad y divinidad de Jesús, Él cumplió la voluntad del Padre como el Hijo encarnado. Debemos reconocer que es en Su naturaleza humana que Jesús revela la presencia divina de Dios en las relaciones y comportamientos humanos de los bautizados.
El evangelio, tomado del evangelista San Lucas, narra el Bautismo de Jesús en el río Jordán por Juan el Bautista. Para San Lucas, este es su primer acto de revelación o manifestación de nuestro Salvador a los gentiles. Les invito a reflexionar sobre este importante acontecimiento en la vida de nuestro Señor Jesucristo.
Primero, Jesús no necesita el bautismo de arrepentimiento de Juan. Sin embargo, Él elige este bautismo para unirse a nosotros. Jesús se sumerge completamente en nuestra realidad humana. Jesús quiso sumergirse en las aguas del Jordán no para lavarse de sus pecados, porque Jesús no tiene pecado alguno. Sin embargo, fue Su forma de aceptar Su identidad y misión, y para que nosotros aprendiéramos cómo vivir con humildad.
En segundo lugar, el Bautismo de Jesús expresa la profundidad visible y la relación profunda de Jesús con Su Padre. Este evento no solo es un recordatorio de que Jesús es el Hijo amado, sino también de que debemos escuchar atentamente la voz del Padre amoroso: “Tú eres mi Hijo amado, en Ti tengo complacencia.”
En tercer lugar, San Juan el Bautista afirmó: “Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.” Después del bautismo de Jesús, Juan vio al Espíritu Santo en forma de paloma y escuchó la voz del Padre; ese momento fue iluminado por la gloria de Dios.
Hermanos y Hermanas, reflexionar sobre el bautismo de Jesús nos invita a conocer más acerca del sacramento del bautismo. Es importante tener una comprensión más profunda de este sacramento y siempre tener ese deseo de renovar nuestras promesas bautismales con seriedad. Estemos dispuestos a realizar un proceso de escucha y discernimiento, con receptividad, para escuchar y vivir lo que llegamos a creer. Nuestro bautismo revela nuestra dignidad cristiana como miembros del Cuerpo Místico, la Iglesia, rechazando el pecado, recibiendo la gracia de Dios para que seamos conscientes de nuestra condición de hijos e hijas de Dios comprometidos a seguir a Jesús fielmente.
Hoy, celebremos nuestros propios bautismos así como el bautismo de Jesús. Ahora, Jesús nos envía al mundo a proclamar el mensaje que creemos.
Que Dios los bendiga.
P. Arlon, osa