As I write this “Dictate of the Heart” weekly reflection, I remember my best friend, the late Msgr. Romeo Violeta, on his earthly birthday every feast of the Lord’s Transfiguration. I offer prayer and mass for his eternal repose. I was inspired by him on how to prepare a good homily, the best gift that I could offer to the people, aside from celebrating the Eucharist. He was a dedicated preacher. May his soul rest in God’s loving embrace.
This feast of the Lord’s Transfiguration has been celebrated by the Eastern Church since the 3rd Century, and the Western Church included this feast from the 15th century until today. We do understand the difference of time in the inclusion of this feast to the liturgical calendar because of the Mother Church dedication to clarity of teaching concerning belief in Jesus. This Transfiguration event is part of the writings of Matthew, Mark and Luke called the synoptic Gospels.
Our first reading today, from the Book of Daniel, is about the dream of Daniel, where he saw a vision regarding Israel’s history. The prophet Daniel understood that because of those corrupt and foreign leaders, Israelites suffered a lot from their abusive hands of domination and enforcing their own customs upon them too. However, he encouraged the people of Israel that there is the coming of time when they would be restored as the people of God thru the Son of Man, to be installed, crowned, and commissioned to receive power to reign with an everlasting kingship. Something astonishing was going to be revealed if they would only keep the faith. This faith would include both relying on their past as guided by God and their future as a continuation of God’s faithfulness.
In the second reading from the second epistle of Peter, we read the genuine conviction of Peter and the influence of that experience on top of Mount Tabor, as he references hearing the voice from heaven saying, “This is my Son, my beloved, with whom I am well pleased.” (2 Peter 1:17) His belief had changed tremendously by the way he testified together with other Apostles; they did not speak the gospel as myth but a wholehearted faith as witnesses of Jesus’ majesty as God.
I invite you to discern the many valuable lessons we get from this account of the Lord’s Transfiguration:
First, there is a movement that echoes the transfiguration account. This movement pertains to the biblical story when Moses received the fullness of the law on a mountain top at Mt. Sinai. Jesus, on the other hand, gave the “sermon of the Mount” in Matthew’s account. Both Moses and Jesus unfold the revelation of God in order to accept His power and absolute authority in our lives.
Second, Jesus together with His three disciples, climbed to the mountain top, to witness Jesus’ glory even before His death. This transfiguration speaks about the Lord’s Messianic Mission, the revelation of the Trinitarian life of God, and His prophetic fulfillment of God’s plan. Hence, the prize of glory to come for us is imminent.
Third, this event of Jesus’ Transfiguration revealed to Peter, James, and John, proposing challenges, especially to each one of us to embrace Christ’s mission. However, the temptation appears that to succumb to stay and build tents, as Peter suggests, would distract from that mission. We are beloved by a mighty God and called to continue our work for the fulfillment of salvation.
Today the principal message is the revelation and unfolding of what we hope for in Christ. It is also a sign encouraging us to hope for the transformation of the world. When confronted with our spiritual life, in many ways, it is a way of training our vision to see what is really there for us in glory. We pray for wisdom and strength to make this available to us.
The three apostles had accomplished greatness in their lives bringing this prophetic message of love, fraternal support, direction and made us aware the glory is available. Today we are encouraged to accept and listen to Him.
So, finally let us ask what is in our hearts as we follow St. Augustine’s admonition to search God interiorly; then, when we find Him, we are assured of internal transformation and possess God. Then we would say, “It is good for us to be here.”
God bless you.
Fr. Arlon, osa
———————————-
El Dictado del Corazón
Fiesta de la Transfiguración del Señor
- Daniel 7:9-10, 13-14
- Salmo 97:1-2, 5-6, 9
- 2 Pedro 1:16-19
- Mateo 17:1-9
Mientras escribo esta reflexión semanal “Dictado del corazón”, cada fiesta de la Transfiguración del Señor, recuerdo a uno de mis mejores amigos, el difunto Monseñor Romeo Violeta, en su cumpleaños terrenal. Ofrezco oración y misa por su eterno descanso. Me inspiré en él sobre cómo preparar una buena homilía. El mejor regalo que podía ofrecer al pueblo, además de celebrar la Eucaristía. Era un predicador dedicado. Que su alma descanse en el abrazo amoroso de Dios.
Esta fiesta de la Transfiguración del Señor ha sido celebrada por la Iglesia Oriental desde el siglo III, y la Iglesia Occidental incluyó esta fiesta desde el siglo XV hasta la actualidad. Entendemos la diferencia de tiempo en la inclusión de esta fiesta en el calendario litúrgico debido a su dedicación a la claridad de la enseñanza sobre la fe en Jesús. Este evento de la Transfiguración es parte de los escritos de Mateo, Marcos y Lucas, llamados evangelios sinópticos.
Nuestra primera lectura de hoy, del Libro de Daniel, es sobre un sueño que tuvo Daniel, donde vio una visión sobre la historia de Israel. El profeta Daniel entendió que a causa de esos líderes corruptos y extranjeros, los israelitas sufrieron mucho por sus manos abusivas de dominación y por imponer sus costumbres también sobre ellos. Sin embargo, animó al pueblo de Israel a que llegará el momento en que serán restaurados como el pueblo de Dios a través del Hijo del Hombre, para ser instalados, coronados y comisionados para recibir poder para reinar con una realeza eterna. Algo asombroso iba a ser revelado si tan solo mantuvieran la fe. Esta fe incluiría tanto confiar en su pasado como un pueblo guiado por Dios y su futuro como una continuación de la fidelidad de Dios.
En la segunda lectura de la segunda epístola de Pedro, leemos la convicción genuina de Pedro y la influencia de esa experiencia en la cima del monte Tabor, cuando hace referencia a escuchar la voz del cielo que decía: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. (2 Pedro 1:17) Su creencia había cambiado tremendamente por la forma en que testificó junto con otros Apóstoles; no hablaban el evangelio como un mito, sino una fe sincera como testigos de la majestad de Jesús como Dios.
Los invito a discernir las muchas lecciones valiosas que obtenemos de este relato de la Transfiguración del Señor:
Primero, hay un movimiento que hace eco del relato de la transfiguración. Este movimiento pertenece a la historia bíblica de cuando Moisés recibió la plenitud de la ley en la cima de una montaña en el Monte Sinaí. Jesús, por otro lado, dio el “sermón del monte” en el relato de Mateo. Tanto Moisés como Jesús despliegan la revelación de Dios para aceptar Su poder y autoridad absoluta en nuestras vidas.
En segundo lugar, Jesús junto con Sus tres discípulos subieron a la cima de la montaña para presenciar la gloria de Jesús incluso antes de Su muerte. Esta transfiguración habla de la Misión Mesiánica del Señor, la revelación de la vida trinitaria de Dios y Su cumplimiento profético del plan de Dios. Por lo tanto, el premio de gloria que vendrá para nosotros es inminente.
En tercer lugar, este acontecimiento de la Transfiguración de Jesús revelado a Pedro, Santiago y Juan, proponiendo desafíos, especialmente a cada uno de nosotros, para abrazar la misión de Cristo. Sin embargo, parece que la tentación de sucumbir a quedarse y construir tiendas de campaña, como sugiere Pedro, distraería la atención de esa misión. Somos amados por un Dios poderoso y llamados a continuar nuestro trabajo para el cumplimiento de la salvación.
Hoy el mensaje principal es la revelación y el despliegue de lo que esperamos en Cristo. Es también un signo que nos anima a esperar en la transformación del mundo. Cuando nos enfrentamos a nuestra vida espiritual, en muchos sentidos, es una forma de entrenar nuestra visión para ver lo que hay para nosotros en la gloria. Oremos por sabiduría y fortaleza para que esto esté disponible para nosotros. Los tres apóstoles habían cumplido en sus vidas al traernos este mensaje profético de amor, apoyo fraterno, dirección y hacer disponible el perdón de los demás. Hoy se nos anima a aceptarlo y escucharlo.
Finalmente, preguntémonos, qué hay en nuestros corazones mientras seguimos la admonición de San Agustín de buscar a Dios interiormente; entonces, cuando lo encontremos, estaremos seguros de la transformación interna y poseeremos a Dios. Entonces diremos: “Es bueno para nosotros estar aquí”.
Dios los bendiga.
Padre Arlón, osa